ORIGEN DE LAS RUNAS
Autores como Ralph Blum y Fabiana Daversa han expresado
la complejidad de estudiar las runas, ambos concuerdan en que les llevo
bastante tiempo dominar este asunto, por ejemplo, Ralph Blum cuenta cómo las
runas llegaron a él por medio de un regalo que al principio le fue indiferente
pero después de algunos años, al estar apilando sus libros, vio aquella bolsa
donde guardaba sus Runas y en una noche decidió comenzar a estudiarlas y
expresa que no fue nada fácil la tarea; por otro lado, Fabiana Daversa nos
cuenta acerca de esta exhaustiva búsqueda e investigación que realizó durante
casi veinte años para lograr escribir un tratado de Runas. Observando estos dos
casos, podemos ver como este tema es bastante amplio y complejo.
Además de lo anterior, estos autores y algunos otros
especialistas en la materia han concluido que no se tiene precisión de cuál y
cómo fue el origen exacto de las Runas, a pesar de los estudios que se han
realizado a lo largo de los años acerca de este tema, pero al remontarnos un
poco en aquella época y utilizando como base la información aportada por Ralph
Blum y algunos datos de otros medios como Internet, podría decirse que el
origen de las runas es como a continuación se explicará.
Las Runas son una de las formas de adivinación más
antigua cuyo origen se remonta a la Edad de Bronce[1] y,
seguramente, a etapas anteriores. Los aguerridos pueblos nórdicos (hoy Suecia,
Noruega, Dinamarca, Finlandia e Islandia) utilizaron estos símbolos para
comunicar y dejar constancia de sus hazañas pero, más antiguo aún fue su uso
mágico y oracular.
Odín,
cuyo nombre significa viento y espíritu, es la divinidad principal en el
panteón de los dioses nórdicos, el cabeza de familia y líder de los demás
dioses. Principalmente porque logró deshacer los planes del dios Loki[2] de
llevar a cabo el Ragnarok (ocaso de
los dioses), por lo que consiguió el respeto de los demás dioses y un lugar
similar al de Zeus en el Olimpo Griego.
Era
un anciano fuerte de barba blanca. Llevaba dos cuervos sobre sus hombros (Hugin y Munin: pensamiento y memoria) que vigilaban el mundo cada mañana
para informarle de cuanto ocurría. El dios montaba en su brioso caballo de ocho
patas Sleipnir, nombre que se traduce
como resbaladizo.
Este
extraordinario animal simbolizaba los ocho vientos que provienen de los ocho
puntos cardinales y era capaz de ir velozmente de un extremo al otro del
horizonte. Además, Odín llevaba consigo una poderosa lanza llamada Gungnir, que jamás fallaba, y, desde su
trono Hliðskjálf, podía observar el
mundo entero, pero no podía observar el futuro, y al ser dios de la sabiduría,
tenía una inmensa necesidad de conocer el futuro, pues se dice que fue él quien
dio el don de la curiosidad a los hombres.
Odín
sabía que quien bebiera de las aguas del pozo Urd obtendría la omnipotencia, de forma que acudió allí, y pidió a
Mimir, su guardián, que le permitiese beber de las aguas. Odín adquirió la
sabiduría a cambio de uno de sus ojos, siendo su ojo arrojado a las profundidades
del pozo para que permaneciera allí por toda la eternidad, y esta petición fue
hecha porque esto simboliza la diferencia entre belleza y fealdad, viéndose
aquí el sacrificio de la belleza por la sabiduría.
Más
adelante, en un enfrentamiento entre los Vanir y los Aesir[3],
Mimir fue decapitado, y Odín tomó su cabeza, y la conserva junto a sí,
haciéndola hablar por medio de la magia, lo cual la convierte en una fuente
inagotable de conocimientos.
A
pesar de que los conocimientos que Odín obtuvo eran de gran importancia, su
sabiduría absoluta no consiste solo en estos, sino que también se compone de la
magia y las poesías. El saber de estas dos artes lo obtuvo mediante el
conocimiento de las runas.
Ocurrió
que Odín queriendo obtener el saber de las runas se colgó durante nueve días y
nueve noches del Yggdrasil (el fresno
sagrado), el Árbol del Mundo, herido por su propia espada Gungnir, atormentado por el hambre, la sed y el dolor, solo y sin
ayuda. Concluido el lapso, en la noche del noveno día, fue capaz de adentrarse
en las mismísimas entrañas del ser, surcando las aguas de su propia alma, y
allí en el fondo, vislumbró los caracteres rúnicos, con un grito desgarrador
llegó hasta el fondo y se apoderó de ellos, aunque esto le provocó la muerte,
resucitó, ahora conocedor de las runas y por medio de estos dos sacrificios se
convirtió en el dios conocedor de todas las cosas y poseedor de la sabiduría
absoluta, dejando las Runas a la humanidad como su legado.
Desde
el principio las Runas asumieron una función ritual y servían para leer la
suerte, para predecir y para invocar altos poderes que pudieran influenciar las
vidas y fortunas del pueblo. El arte del Runemal concernía a todos los aspectos
de la vida, desde los más sagrados hasta los más prácticos. Había Runas y
hechizos para influenciar el clima, las mareas, las cosechas, el amor, los curaciones;
Runas para la fertilidad, para maldecir y para deshacerse de las maldiciones,
para el nacimiento y la muerte. Las Runas eran talladas en los amuletos, en los
utensilios para beber, en las lanzas de batalla, sobre los umbrales de las
casas y sobre las proas de los barcos vikingos.
Los
lectores de Runas de los teutones y vikingos usaban sorprendentes vestiduras
con las que se reconocían fácilmente. Honrados, bienvenidos, temidos, estos
shamanes[4]
eran figuras familiares en los círculos tribales y existe evidencia de que un
buen número de practicantes rúnicos eran mujeres.
Para
los ojos pre-cristianos, la tierra y todas las cosas creadas estaban vivas.
Varas y piedras servían para adivinaciones rúnicas, pues siendo objetos naturales
guardaban poderes sagrados. Símbolos rúnicos eran tallados en madera dura,
grabados en metal o cortados en piel teñida con pigmento a menudo mezclado con
sangre humana con el objeto de acrecentar la potencia del hechizo. Las Runas
más comunes eran guijarros lisos y planos con símbolos o glifos pintados sobre uno
de sus lados. Los practicantes del Runemal sacudían su bolsa llena de guijarros
y los esparcían sobre la tierra: aquellos que caían con los glifos hacia arriba
eran entonces interpretados.
[4] Shamán:
Hombre que en algunas culturas hace predicciones, invoca a los espíritus y
ejerce prácticas curativas utilizando poderes ocultos y productos naturales;
también suele aconsejar y orientar a las personas que acuden a consultarle.
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